La ejercitación física:
UNA OBLIGACIÓN IRRENUNCIABLE
EN LA EDUCACIÓN INFANTIL

José Luis Espíndola Castro[*]



A continuación se fundamenta la importancia del ejercicio físico adecuado durante la niñez tanto para el desarrollo físico y mental, como para el de los hábitos en esta dimensión que permitirán prevenir enfermedades en la vida adulta. Todo ello en una época en la que el sedentarismo, influido por la pandemia del coronavirus, es mayor que en años anteriores. Desde la pedagogía, también se muestra que el ejercicio es un recurso para mejorar el aprendizaje y el estado de ánimo. Finalmente, se explican las razones por las que la ejercitación física no se practica como es debido en las escuelas y la necesidad de hacerlo de manera eficiente.




c La ejercitación física: una obligación irrenunciable en la educación infantil

Parece demasiado obvio que la ejercitación física es importante no sólo en los niños, sino también entre las personas adultas, incluidas las de la tercera edad; sin embargo, prejuicios e inercias impiden pasar de la comprensión conceptual, a la práctica, y ahora, con la pandemia, vemos claramente las nefastas consecuencias de ello.

Por otra parte, la investigación neuronal reciente demuestra que la ejercitación física disciplinada –que no debe confundirse con el deporte–, genera beneficios extraordinarios en la salud del cerebro y en la capacidad de aprender.

En este marco, no está de más recordar que México es el país con mayor incidencia de obesidad infantil y ocupa el segundo lugar en cuanto a personas adultas con ese mal (el primero son los Estados Unidos); problemas similares tienen otros países latinoamericanos.

El sedentarismo es evidente y se agravó por el confinamiento debido a la pandemia del covid-19. La gente dejó de salir a correr e ir al gimnasio; ni siquiera salir a caminar para comprar algo fue una opción para muchos. El confinamiento fue un enorme obstáculo para que los niños lograran desarrollar sus capacidades físicas y mentales; sin posibilidades de jugar y de moverse, una gran proporción de ellos se sumergieron en el mundo muchas veces pernicioso de los celulares o de los juegos electrónicos. El mal empleo de éstos, sin duda, ha traído como consecuencia la pérdida de la atención sostenida necesaria para el aprendizaje.

Los problemas cardiovasculares, la obesidad y la diabetes son las enfermedades más graves de salud pública en México, tendencia que comparte con muchos otros países. En nuestro país, siete de cada diez adultos y uno de cada tres niños presentan sobrepeso u obesidad. Ello explica que, en México, de las personas que murieron por covid-19 reportadas a febrero de 2021, “45% padecían hipertensión, 22.38% presentaban algún grado de obesidad y 37.66% vivían con diabetes. Siete de cada 10 defunciones presentaron al menos una comorbilidad” (García, 2022, párr. 3). Estos tres factores están íntimamente ligados y es muy probable que en Japón y Corea las defunciones hayan sido mucho menores debido a que son los países que tienen los menores índices de obesidad.[1]

Las personas que padecen obesidad severa, así como las fumadoras, fallecen entre 8 y 10 años antes que las personas con peso normal y tienen más predisposición para contraer enfermedades cardiovasculares, diabetes o cáncer.



Sin duda, estos problemas tienen que ver con una alimentación poco nutritiva y alta en azúcares y grasa; la mala alimentación afecta tanto a pobres como a ricos, ya sea debido a la “comida rápida” o fast food, o simplemente a la ingesta de demasiadas harinas (pan y tortilla en México). Agrava esta situación, que tanto niños como personas adultas, en general, no practican ejercicio con la calidad y cantidad adecuadas. Por ejemplo, la ejercitación promueve un déficit calórico que contribuye a disminuir la obesidad.

Por otra parte, la mayoría de las poblaciones del mundo están envejeciendo. Esto conlleva distintos malestares sociales, familiares y personales. El costo presupuestal de salud para sostener a una población que envejece será cada día más elevado si esa población está enferma por falta de hábitos saludables, y se desbordarán los padecimientos de enfermedades crónicas o graves evitables con el ejercicio físico. Así, el sufrimiento familiar se verá incrementado por los gastos, preocupaciones y cuidados que supone la atención a una persona enferma, especialmente entre quienes viven en situación de pobreza.

No sólo nos referimos a la salud física común, sino también a la salud mental y a la prevención de enfermedades como la demencia vascular o el Alzheimer o simplemente a la degeneración cerebral. En el ámbito personal, lo grave es no poder llevar una vida digna y con la autonomía necesaria para no depender de los demás, así como la imposibilidad de desempeñar trabajos que hubieran sido posibles de tener una buena salud. Por ello la ejercitación física constante y disciplinada, a la par que una buena alimentación, debe ser un hábito construido desde la niñez.



En general, los animales superiores, especialmente los mamíferos, requieren del juego como parte de su desarrollo. El cerebro de los infantes trabaja mucho más que el de un adulto debido a que está creando nuevas neuronas y sinapsis, así como respondiendo a los estímulos del medio ambiente y aprendiendo de su entorno. Para ello requiere glucosa y, sobre todo, una excelente oxigenación por medio de una buena circulación sanguínea; el juego y el ejercicio natural desempeñan un papel primordial en este proceso. El movimiento en el niño es también importante debido a su necesidad de coordinación sensorio-motriz, gruesa y fina, que le permitirá alcanzar los estadios superiores de la inteligencia, como lo propone Piaget (García y Fernández, 1994).

No es difícil advertir que, en muchísimas ocasiones, como lo he comprobado personalmente, el atraso académico de algunos estudiantes se debe a la falta de actividad física y de coordinación psicomotora. En conclusión, el juego cubre la necesidad de oxigenar el cerebro, mejorar el desarrollo cardiovascular del infante y coordinar su sistema motor; por ello correr, saltar y trepar ocupan buena parte de sus actividades cotidianas. El niño demanda el movimiento pero, paradójicamente, la intervención social y familiar puede impedir o mermar esta actividad con las consecuencias perniciosas mencionadas más arriba.

Se ha visto que los niños de entre 3 y 7 años se inclinan de manera natural a ejer-
citarse al aire libre o en juegos que impliquen movimiento

Se ha visto que los niños de entre 3 y 7 años se inclinan de manera natural a ejercitarse al aire libre o en juegos que impliquen movimiento, más que a divertirse con un celular; sin embargo, también se ha visto que, a falta del juego dinámico, pueden conformarse con juegos o entretenimientos virtuales, lo cual es sumamente grave. No son pocos los estudios que muestran y demuestran la pérdida de atención y de capacidades intelectuales en los niños debido al empleo sin control de los celulares u otros gadgets (Bauer-lein, 2008; Goleman, 2013; Desmurget, 2021). Estos malos hábitos pueden en muchísimos casos fomentar el sedentarismo.

Por todo lo anterior, es de vital importancia crear en los niños los hábitos de ejercitación física que los acompañen toda su vida, no sólo para estar sanos físicamente, sino también para que desarrollen más sus habilidades cognitivas y su salud emocional.

Repasemos a continuación los beneficios de la ejercitación física.

c Ejercitación y salud corporal

Es muy conocido que la primera causa de muerte en el mundo son las afecciones cardiacas, pero también enfermedades vasculares como la trombosis, que han aumentado en los últimos años por el sedentarismo y especialmente por el covid-19. La muerte es tal vez lo menos grave; las secuelas de un infarto, una trombosis cerebral o un fallo cardiaco pueden ser una desgracia mayor si consideramos la merma en las funciones y capacidades del individuo y, en general, de todos los males asociados a ello: psicológicos, económicos y de cuidados familiares.

Hoy sabemos que el ejercicio cardiovascular –correr, saltar, nadar, entre otros– mejora el desempeño del corazón y de la circulación de la sangre, ya que ayuda a limpiar las venas y aumenta su grosor; también mejora la capacidad pulmonar y, en consecuencia, la oxigenación del cerebro; contribuye, entre otras cosas, a evitar la concentración de triglicéridos (grasas perniciosas) y colesterol negativo en las venas. Este tipo de ejercicio ayuda en gran medida a evitar la hipertensión arterial –que puede conducir a infartos cerebrales– y la concentración de altos niveles de triglicéridos –que incrementan el riesgo de enfermedades del corazón, como lo es el taponamiento de las arterias coronarias– (González, 2021).

Por otra parte, se ha detectado también que 13 formas de cáncer están asociadas a la obesidad y el sobrepeso –desde luego las causas son diversas y complejas– debido a factores tales como la inflamación crónica de bajo grado, el exceso de estrógenos (en las mujeres), la resistencia a la insulina o el exceso de hormonas que favorecen la proliferación celular (Instituto Nacional del Cáncer, 2017). Al respecto, aunque es difícil encontrar una relación evidente y clara entre sobrepeso y cáncer, la mayoría de los estudios sugieren lo siguiente:

La obesidad puede llegar a ser [después de fumar] la causa número uno de cáncer que puede ser prevenible, particularmente entre mujeres. El aumento de peso sucede gradual e insidiosamente a lo largo de la vida adulta, y nuestros hallazgos de una correlación positiva entre ambas, implican que incluso una pequeña ganancia de peso puede incrementar el riesgo de adquirir cáncer […] dado que la actividad física es más efectiva en prevenir la ganancia de peso que en provocar pérdida de peso, se debe enfatizar la incorporación de actividad física en rutinas diarias (Keum, 2015, Discussion, párr. 9).

Finalmente, en este apartado hay que señalar que enfermedades como la arterioesclerosis, que se manifiestan mayormente en la edad adulta, también pueden evitarse o retrasarse con ayuda del ejercicio.

La falta de ejercicio no sólo puede provocar obesidad, sino también la sarcopenia o pérdida de masa muscular. Ésta se presenta notoriamente después de los 40 años y está fuertemente asociada a la vida sedentaria. Dicha enfermedad provoca reducción del tejido muscular, pérdida de la fuerza y desempeño, y sustitución de las fibras musculares por tejido graso (obesidad sarcopénica), lo cual conduce a la pérdida de movilidad y a la dependencia de otros, al tiempo que debilita al sistema esquelético haciéndolo más frágil, y por ello las caídas suelen ser muy peligrosas en la gente de mayor edad (Santilli et al., 2014).

Esta afección suele tratarse con alimentos proteínicos, testosterona, vitamina D (y otras), y en ocasiones con hormonas del crecimiento. Sin embargo, la medida más a la mano para prevenirla o retrasarla es el ejercicio físico. Los autores señalan también que “la obesidad y la sarcopenia pueden potenciarse entre sí y actuar sinergéticamente causando discapacidad, desórdenes metabólicos y mortalidad” (párr. 1). Actualmente esta dolencia es uno de los predictores de muerte en las personas afectadas.

Para afrontar los peligros de la sarcopenia, es importante ejecutar ejercicios de fuerza tales como dominadas, ejercicios con barras, pesas, fondos y otros que promuevan el crecimiento muscular, que den grosor al músculo y promuevan la generación de testosterona.[2] Con excepción de las pesas, es muy aconsejable que los niños también practiquen este tipo de ejercicios dos o tres veces por semana y hacerles ver la importancia de ello para su salud. Desde luego, resulta esencial la moderación para evitar lesiones. Trabajar con ligas, el peso del propio cuerpo o bien con la llamada tensión dinámica (oponer músculos del propio cuerpo) puede ser una solución para evitar lesiones (y desde luego la capacitación de las personas que dan acompañamiento a quienes se ejercitan).

Conviene aclarar que, si bien se ha hecho énfasis en la prevención de la obesidad, esto no significa que estando delgado ya se pueda prescindir del ejercicio físico, pues también hay personas delgadas con poca capacidad pulmonar, problemas del corazón, indicadores muy altos de triglicéridos y con diabetes no muy bien controlada. Por ello el ejercicio físico sigue siendo una actividad importante para la salud.

c Salud del cerebro y mejora en el aprendizaje académico

Los beneficios del ejercicio físico en el cerebro son también notorios y se manifiestan tanto en el crecimiento de nuevas neuronas como en la creación de nuevas sinapsis. En la actualidad existen varios instrumentos de investigación que permiten un análisis del funcionamiento interno del cerebro: tomografía de emisión de positrones, tomografía por resonancia magnética, estimulación magnética transcraneal, electroencefalografía y otros. Ello ha permitido ver de manera clara los procesos cerebrales antes y después del ejercicio en humanos y roedores.

Por ejemplo, [investigadores de la Universidad de McGill] observaron un aumento del volumen sanguíneo en el giro dentado del hipocampo en humanos de mediana edad (21-45 años) después de tres meses de ejercicio cardiovascular.

Curiosamente, este aumento de volumen sanguíneo estaba correlacionado a la vez con una mejora del fitness [desempeño] cardiovascular y el rendimiento en una tarea cognitiva relacionada con la memoria.

Dado que el aumento de volumen sanguíneo en el giro dentado en ratas está asociado a un aumento del número de neuronas, los autores concluyeron que el aumento de volumen sanguíneo en humanos es una demostración indirecta de neurogénesis como respuesta al ejercicio cardiovascular (Roig, 2011, p. 17).

Por su parte, las científicas Julia C. Basso y Wendy A. Suzuki (2016), investigadoras del Center for Neural Science, concluyen en su meta-análisis e investigaciones propias, que el ejercicio, de moderado a intenso, mejora las funciones ejecutivas que dependen del funcionamiento de la zona prefrontal del neocórtex. Ello incluye habilidades como la atención, la memoria, la resolución de problemas, la flexibilidad cognitiva, la fluencia verbal y la toma de decisiones. Asimismo se muestra crecimiento neuronal en la zona del hipocampo y otras zonas cerebrales que tienen que ver con la memoria. Ambas analizaron también cómo se incrementa el nivel de neurotransmisores que promueven el bienestar y el aprendizaje, tales como la dopamina y la serotonina.

Años antes, François Trudeau y Roy J. Shephard (2010), investigadores de las universidades de Quebec y de Toronto, respectivamente, habían reportado mejoras en la concentración necesaria para el aprendizaje: “En niños pequeños, cualquier forma de actividad física puede ser de gran ayuda; así, un estudio reciente experimental entre estudiantes de segundo a cuarto grados encontró un incremento en la concentración en respuesta a 15 minutos de caminata y estiramiento” (p. 37) [la traducción es mía].

Los mismos autores reportan en su artículo una investigación en la región de Trois-Rivières (Quebec) que puso a prueba a un grupo de 546 estudiantes de primaria entre 1970 y 1977, los cuales tuvieron clases de actividad física con frecuencia: 5 horas de ejercicio a la semana. Los sujetos lograron demostrar un mejor desempeño que aquellos que sólo tenían 40 minutos a la semana de actividad física. Incluso, al final de la prueba, los niños mostraron mejores resultados en matemáticas, lo que permitió que les redujeran horas de clase en esa materia. También se reportaron mejoras notables en su clase de inglés.

El investigador Marc Roig (2013), por su parte, llega a la misma conclusión:

Un reciente meta-análisis de la literatura analizó 14 estudios longitudinales para establecer un consenso respecto a la relación entre actividad física y rendimiento académico. La conclusión de este estudio es concluyente: aunque más estudios de calidad son necesarios, existe hoy suficiente evidencia para recomendar la práctica de actividades físicas para optimizar el rendimiento escolar en niños (p. 21)

La actividad física rutinaria puede estar asociada a un mejor rendimiento cog-
nitivo y académico

Los trabajos demuestran, dice este autor, que la actividad física rutinaria puede estar asociada a un mejor rendimiento cognitivo y académico. De la misma forma, hay estudios que muestran asociaciones negativas entre la salud mental y la conducta sedentaria. La asociación entre actividad física y la salud mental en los jóvenes es evidente, aunque son necesarios más estudios de calidad en este sentido (p. 34).

La mayoría de los estudios muestran cómo el ejercicio ayuda en gran medida a controlar la agresividad, el estrés y la depresión (leve), y produce, debido a las endorfinas, un sentimiento de bienestar entre los niños.

Respecto a los niños con problemas de conducta o de agresividad, el especialista Sabel Gabaldón afirma:

En cualquier actividad deportiva, los niños impulsivos pueden beneficiarse si aprenden a canalizar esta activación para potenciar sus destrezas […].

En la sensación subjetiva de bienestar, parece jugar un papel decisivo la secreción de endorfinas inducida por ejercicio intenso y repetitivo, favoreciendo también el proceso de maduración psicológica y desarrollo psicomotor […].

Se sabe que el deporte es un excelente vehículo para reducir la agresividad en los niños […] [Los ejercicios] que combinan concentración y despliegue de fuerza inmediata pueden ser especialmente útiles para aprender a controlar la impulsividad (salvo en el caso de niños que, además, presenten un componente antisocial o de agresividad con las personas) (2013, pp. 34, 35).

En cuanto a las recomendaciones de actividad física para mejorar la salud en general en la población infantil, Gabaldón sostiene:

…es necesario realizar como mínimo unas tres o cuatro sesiones semanales de actividad física cardiovascular de intensidad moderada (40-59% de la reserva de consumo de oxígeno) a vigorosa (60-85% de la reserva de consumo de oxígeno). La duración de cada sesión dependerá de la intensidad del ejercicio; no obstante, 30 minutos de actividad moderada y 30 minutos de actividad vigorosa son aconsejables (2013, p. p. 22).

Ya se ha mencionado antes que también son necesarios ejercicios de fuerza dos o tres veces por semana.

c Por qué no se educa adecuadamente en el ejercicio físico en las escuelas

A pesar de todos los beneficios mencionados, la práctica del ejercicio físico no ha permeado lo suficiente. El sedentarismo es innegable en una sociedad cada vez más ligada a los placeres inmediatos y poco propensa a la disciplina física y a la tenacidad. A pesar de que todo el mundo recomienda el ejercicio, no se ha hecho lo suficiente para llevar esta práctica a los niños de una manera seria y bajo protocolos bien establecidos. Las razones son múltiples, aquí algunas de ellas:

  • La creencia de que la escuela no requiere integrar la ejercitación física debido a la inercia de tiempos lejanos cuando los niños salían a las calles a jugar y correr, y así se ejercitaban. Hoy en día la inseguridad y el apego a los teléfonos celulares impiden esa tarea.

  • El sedentarismo provocado por los medios digitales: juegos electrónicos, celulares y televisión.

  • La creencia de que la ejercitación física, aunque es necesaria, es una actividad secundaria, y que lo más importante es el aprendizaje de las materias académicas: “no hay tiempo para hacer ejercicio en la escuela”. Los padres, por su parte, sólo desean que sus hijos obtengan buenas notas, más allá de que practiquen algún ejercicio.

  • Ya existen clases de educación física. Es verdad, pero en la mayoría de los casos sólo se dan una o dos veces por semana, lo cual es insuficiente. Si se practican deportes, a menudo se quedan en la banca varios niños o bien los profesores no garantizan que cada alumno haga el ejercicio necesario.

  • La asociación del ejercicio con la necesidad de disponer de mucho espacio para ello. Esto es un prejuicio, pues hay ejercicios que pueden efectuarse en el salón de clase o incluso en los pasillos.

  • Confusión de la activación física con el deporte. Sin duda el deporte es ideal para promover la ejercitación física, pero a menudo requiere los espacios, los maestros y el currículo necesario para garantizar que todos los alumnos participen. Si en los colegios, por alguna razón, no se puede hacer deporte, se abandona todo esfuerzo para realizar ejercitación; por ello es preciso no confundir la activación física necesaria con el deporte. Por otra parte, se ha visto que, en algunos casos, la práctica exagerada de algún deporte hace que el niño no dedique tiempo suficiente a sus materias y baje su rendimiento, lo cual crea animadversión de los padres hacia el ejercicio físico.

  • Confusión acerca de quién es el responsable de la ejercitación física. A menudo al docente ordinario le es indiferente si el niño está bien formado en este aspecto, porque ello es responsabilidad del maestro de educación física; y para muchas escuelas, es responsabilidad de los padres inscribir a sus hijos en algún deporte como actividad extraescolar.

  • La falta de una cultura que favorezca la ejercitación física: en general, ni los padres ni los maestros practican la ejercitación física necesaria para fomentar una buena salud. Por ello los niños, aunque son muy propensos a la práctica del ejercicio, resultan afectados por la imitación de esos moldes sociales de sedentarismo.

  • Muchos docentes sí conducen algunas prácticas de ejercitación física para distraer a los alumnos y tranquilizarlos. Esto es sin duda muy bueno, pero resulta insuficiente si esa práctica es sólo de tres o cinco minutos.

  • La falta de capacitación del docente ordinario acerca de la importancia del ejercicio físico y cómo ejecutarlo entre sus alumnos. Tal vez es el problema principal: no existe una capacitación adecuada que cree conciencia en el maestro de la importancia del ejercicio físico en los niños; mucho menos existen manuales y protocolos para llevar a la práctica esta exigencia. Actualmente, en muchos centros escolares la capacitación está especializada de acuerdo con determinados perfiles de los docentes: didáctica de la historia, de las matemáticas, etc. De esta manera, la capacitación en educación física sólo se ofrece a maestros que impartirán deportes o ejercitación. Ahora debemos reconocer que la formación del docente debe ser en la complejidad, tal como lo ha subrayado Edgar Morin en su obra Los siete saberes para la educación del futuro. Hay aspectos cruciales que todo maestro debe saber y este tema es, sin duda, uno de ellos.


Las clases de educación física en la mayoría de los casos sólo se dan una o dos veces por semana, lo cual es
insuficiente

c Conclusión

Podemos señalar como conclusión que la ejercitación física adecuada no se ha convertido en un arte (saber para transformar) que esté integrado de manera adecuada a la academia. El docente ordinario o la escuela deben ser los encargados de cumplir con este requisito y tener programas de capacitación al respecto. De alguna manera debemos volver la vista a la educación de los griegos que favorecía la educación física, si bien en aquellos tiempos se preparaban para la guerra, y hoy debemos hacerlo para nuestra supervivencia.

c Referencias

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Notas

* Doctor en Enseñanza Superior por el Colegio de Morelos.
  1. Desde luego, las diferencias genéticas afectan también la probabilidad de mortalidad. Al parecer algunas características hereditarias fomentan la inflamación, haciendo que algunas personas sean más susceptibles a los perniciosos efectos del covid-19.
  2. En el caso de la diabetes, ambos tipos de ejercicios, los cardiovasculares y los de resistencia, son benéficos para absorber los altos niveles de glucosa sin necesidad de administrar insulina.
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